Hace bien pocos años la conexión a Internet vía línea telefónica o módem convencional estaba al alcance de un número limitado de usuarios, generalmente profesionales, que disponían así de un sistema de comunicación que ofrecía grandes posbilidades, que en los primeros tiempos ofrecía una velocidad de transferencia de datos d 9.600 bps (bits por segundo).
Para ello debían disponer de equipos preparados para estalecer la conexión, lo que implicaba adquirir componentes de hardware por entonces costosos y de instalación más bien complicada.
Con la paulatina difusión del servicio de Internet tanto en los entornos empresariales como en los hogares, fueron abaratándose consecuentemente los costes del hardware, que iba siendo cada vez más fácil de instalar y manejar, la velocidad de los módems permitiría alcanzar los 56.600 bps y estos permitirían emplear el ordenador para enviar y recibir faxes.
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